Fue la tercera de siete hermanos: tres varones y
cuatro mujeres. A la edad de siete, Lola asistió al Colegio Sarmiento, donde se
destacó como alumna. Durante el mes de septiembre de 1885, con diferencia de
dos días, fallecieron sus padres. Lola tenía dieciocho años.
En 1887 llegó a Tucumán el pintor italiano Santiago Falcucci
para dar clases en esa ciudad. Lola tomaba clases particulares del maestro,
quien la inició en la pintura, el dibujo y el retrato.
En 1894, exhibió por primera vez una gran colección de
todos aquellos retratos de los gobernadores tucumanos que produjo hasta el
momento.
Aprovechando ese éxito, viajó a Buenos Aires para
solicitar una beca y perfeccionar sus estudios en Roma. La ganó y allí se fue a
estudiar con el pintor Francesco Paolo Michetti y con el escultor Giulio
Monteverde, quien era conocido por aquel entonces como “el nuevo Miguel Ángel”.
Monteverde observó el gran talento que Lola tenía para esculpir que le aconsejó
no abandonarlo. Lola, entonces, sí abandonó la pintura para convertirse
puramente en una escultora.
Realizó los bustos de varias personalidades de la
política y la aristocracia argentina, como Juan Bautista Alberdi, Facundo
Zuviría, Aristóbulo del Valle, Carlos María de Alvear y Nicolás Avellaneda.
También trabajó con las alegorías: las estatuas de La Justicia, El Progreso, La
Paz y La Libertad, en las cercanías a la Casa de Gobierno de la Ciudad de
Jujuy, y algunas esculturas en el Monumento Histórico Nacional a la Bandera, en
la ciudad santafesina de Rosario. Por supuesto, fue quien realizó la
emblemática Fuente Monumental de las Nereidas, que representa a estos seres
mitológicos que asisten al nacimiento de la diosa Venus emplazada en la
Costanera Sur de la Ciudad de Buenos Aires.
Se sabe que el ocaso de su carrera artística vino
también de la mano con la separación de su marido, Luis Hernández Otero, en
1917. A partir de ahí, ya casi nadie le ofreció encargos ni trabajos. A los 65
años, con una salud muy frágil, vivía con sus sobrinas. La Cámara de Diputados,
por su parte, le otorgó una pensión en honor a sus años de gloria. Sin embargo,
Lola Mora murió el 7 de junio de 1936, antes de cobrar el dinero.
En su memoria y a modo de homenaje, se instituyó
oficialmente el 17 de noviembre (supuesta fecha de su natalicio), el Día
Nacional del Escultor y las Artes Plásticas.