miércoles, 26 de agosto de 2020

29 DE AGOSTO
DÍA NACIONAL DEL ÁRBOL
El seibo
Yo tengo mis recuerdos asidos a tus hojas,
yo te amo como se ama la sombra del hogar,
risueño compañero del alba de mi vida,
seíbo esplendoroso del regio Paraná.
Las horas del estío pasadas a tu sombra,
pendiente de tus brazos mi hamaca guaraní,
eternas vibraciones dejaron en mi pecho,
tesoro de armonías que llevo al porvenir.
Y muchas veces, muchas, mi frente enardecida,
tostada por el rayo del sol meridional,
brumosa con la niebla de luz del pensamiento,
buscó bajo tu copa frescura y soledad.
Allí, bajo las ramas nerviosas y apartadas,
teniendo por doseles tus flores de carmín,
también su hogar aéreo suspenden los boyeros,
columpio predilecto del céfiro feliz.
Se arrojan en tus brazos, pidiéndoles apoyo,
mil suertes de lanas de múltiple color;
y abriendo victorioso tus flores carmesíes,
guirnalda de las islas, coronas su mansión.
Recuerdo aquellas ondas azules y risueñas
que en torno repetían las glorias de tu sien,
y aquellas que el pampero, sonoras y tendidas,
lanzaba cual un manto de espumas a tu pie.
Evoco aquellas tardes doradas y tranquilas,
cargadas de perfumes, de cantos y de amor,
en que los vagos sueños que duermen en el alma
despiertan en las notas de blanda vibración.
Entonces los rumores que viven en tus hojas,
confunden con las olas su música fugaz,
y se oyen de las aves los vuelos y los roces,
vagando entre las cintas del verde totoral.
¡Momentos deliciosos de olvido, de esperanza!
¡Destellos que iluminan la hermosa juventud!
¡Aquí es donde se sueña la virgen prometida
y es lumbre de sus ojos la ráfaga de luz!
Amigo de la infancia, te pido de rodillas
que el día en que a mi amada la sirvas de dosel,
me des una flor tuya, la flor mejor abierta,
para ceñir con ella la nieve de su sien.
¡Que nunca Dios me niegue tu sombra bienhechora,
seíbo de mis islas, señor del Paraná!
¡Que pueda con mis versos dejar contigo el alma
viviendo de tu vida, gozando de tu paz!
¡Ah! ¡Cuando nada reste de tu cantor y seas
su solo monumento, su pompa funeral,
yo sé que en la corteza de tu musgoso tronco
alguna mano amiga mi nombre ha de grabar.
Rafael Obligado.
A un roble tarde florecido

Un desmedrado roble sin verdor
que seco ayer a todos parecía,
hijo del páramo y de la sequía,
próxima víctima del leñador,


que era como una niña sin amor
que en su esterilidad se consumía,
con la lluvia de anoche -¡oh, qué alegría!-
ha amanecido esta mañana en flor.


Yo me he quedado un poco sorprendido
al contemplar en el roble florecido
tanta ternura de la primavera,


que roba en los jardines de la aurora,
esas flores de nácar con que enflora
los brazos muertos del que nada espera.

José Coronel Urtecho.