Los alumnos de séptimo grado el pasado 29 de abril
visitaron las instalaciones del Diario “La Capital”.
Esto fue lo que ocurrió:
Anterior a la visita: estuvieron trabajando en:
·
La
obtención del papel (proceso).
·
La
historia del Diario “La Capital”.
·
Redacción
de la noticia.
Durante la visita observaron:
· Al
entrar a las instalaciones pasaron a una sala donde una guía, llamada Regina,
les explicó que desde 1920 el Diario funcionaba en Sarmiento y Santa Fe, pero
desde el 15 de noviembre de 1987 la impresión no funcionó más en ese lugar. En
la sala observaron un vitraux, que se encontraba en el techo, y mostraba el
pasado, el presente de esa época, industrializado, y el futuro edificado. En ese
presente, se encontraba un canillita, así se los llamaba a los repartidores de
diario, porque, en esa época los canillitas eran los menores de 18 años, los
cuales usaban pantalones por arriba de la rodilla y se les veía la canilla de
la pierna. Regina también les contó que al diario se lo llamó “La Capital”,
porque deseaban
que Rosario sea capital de Argentina.
· Más
adelante, vieron una foto del pasado donde se observaba en el frente del
edificio del diario, pizarras, en donde se escribían las noticias más
importantes del día, y se le avisaba al pueblo mediante bombas de estruendo.
·
Luego,
les mostraron la primera imprenta, creada en 1867, que es como si fuera una computadora, cada
vez que se seleccionaba una letra la identificaba e iba formando la línea del
largo de la columna (las noticias se escriben en línea y en columna, en bajo
relieve hasta este momento). Al obtener la línea la misma máquina le inyectaba
plomo y nos devuelve la línea, ya en alto relieve).
Luego armaba la página.
Luego armaba la página.
·
A
continuación pasaron a la mesa de trabajo. Como el armado de la página estaba
transcripto al revés, una vez que se terminaba de armarla había que corregirla y lo hacía “el corrector”,
quien sabía leer y escribir al revés. Una vez que se identificaba algún error
en una línea, se levantaba la línea completa, se la devolvía al linotipista y
se le marcaba el error, él volvía a tipiarla, la devolvía corregida y se volvía
a colocar. En este momento, ya se llamaba a “La Capital”, diario, porque salía
todos los días.
Para la calandra, se utilizaba un cartón que provenía de Alemania, porque tiene unos minerales en su composición que permiten soportar el calor y las altas temperaturas, cuando tenían la página corregida, colocaban el cartón por encima, se metía dentro de la calandra, se prensaba y les quedaba el bajo relieve. Este cartón se llevaba a una secadora, donde se secaba de forma semicilindral Una vez que se secaba, se le inyectaba otra vez plomo y nos quedaba un cliché en alto relieve. De esos clichés, se hacían tres ejemplares. Dos de estos se utilizaban para la rotativa y uno quedaba de repuesto, porque, si en la impresión alguno de estos sufría algún quiebre, perdían un montón de tiempo en fabricar otro. La rotativa imprimía treinta mil ejemplares por hora. De lunes a viernes se vendían cincuenta mil ejemplares y los fines de semana noventa y cinco mil.
Para la calandra, se utilizaba un cartón que provenía de Alemania, porque tiene unos minerales en su composición que permiten soportar el calor y las altas temperaturas, cuando tenían la página corregida, colocaban el cartón por encima, se metía dentro de la calandra, se prensaba y les quedaba el bajo relieve. Este cartón se llevaba a una secadora, donde se secaba de forma semicilindral Una vez que se secaba, se le inyectaba otra vez plomo y nos quedaba un cliché en alto relieve. De esos clichés, se hacían tres ejemplares. Dos de estos se utilizaban para la rotativa y uno quedaba de repuesto, porque, si en la impresión alguno de estos sufría algún quiebre, perdían un montón de tiempo en fabricar otro. La rotativa imprimía treinta mil ejemplares por hora. De lunes a viernes se vendían cincuenta mil ejemplares y los fines de semana noventa y cinco mil.
·
Por
último, la guía, les contó sobre el pie de rotativa. Acá se colocaban las bobinas
de papel, estas bobinas venían de Finlandia y llegaban una vez por semana al
almacén, se colocaban en unos tubos y a mano se iban enganchando en los
distintos engranajes. Por medio de una botonera, el jefe de la rotativa, iba
poniendo las distintas velocidades. Se comenzaba en velocidad lenta para
controlar que la impresión sea correcta y luego le iba dando las diferentes
velocidades, y así se llegaba a imprimir los treinta mil ejemplares por hora.
Sol Depetris