viernes, 1 de noviembre de 2013

TRES HÉROES INESPERADOS

  Mi cuento:

   Mi nombre es Sofi Dietrich, tengo 12 años.  En el mes de septiembre estábamos hablando en una clase de Formación Ética sobre la pertenencia que tiene cada uno. Entonces les  conté que hace un año yo había escrito un cuento muy largo y, que al mostrárselo a mis compañeros, les gustó mucho; pero lo había perdido y me puse muy triste por eso. La seño me recomendó que junto con mis compañeros tratemos de reescribir el cuento, ya que ellos se lo acordaban bastante. Al final no pudimos hacerlo porque encontré mi cuento guardado en un pen drive, pero aún así me dejaron publicarlo en El Galeón.

  En tiempos remotos, una guerra acabó con todo el mundo; los árboles se quemaron, las casas se destruyeron y la mayoría de los habitantes murieron. Fue la guerra más larga que ha habido en este planeta; duró doscientos cincuenta años y los generales que venían de otros países se llevaban a las personas para interrogarlas sobre los escondites secretos que los combatientes de ese país tenían. Gracias a todo esto, la gente pasaba casi todo el día dentro de su casa, ya que sabían que los asesinarían si se rehusaban a contestarles. La batalla había sido causada por Ares, el Dios de la guerra.

   Una semana después de finalizada la guerra, en un callejón oscuro, vivían dos hermanos, Emma y Peter. Eran gemelos, tenían once años y sus padres habían muerto un año antes de que la guerra finalizara.
Estaban solos y les resultaba difícil conseguir comida.

   Emma era una chica morocha, con el pelo alborotado, sus ojos eran azules y sus dientes estaban un poco torcidos. Además, tenía un rostro bonito, con algunas pecas en las mejillas. Su hermano Peter tenía el pelo completamente negro y sus ojos eran azules como los de su hermana.

   Un día vieron pasar a alguien por delante del callejón donde vivían. Asustados, se escondieron entre las sombras que producían las paredes del callejón, pero eso no evitó que ese alguien entrara.
   -¿Quién está ahí?- preguntó, con tono asustado y con una voz de niño.

 Los chicos se asomaron un poco y el niño se calmó. Cuando salieron por completo de la sombra, notaron que tenía más o menos su edad.

   -¿Quién eres?- le preguntó Emma.

   -Fred- contestó el chico como si se conocieran de toda la vida. Él era pelirrojo y sus ojos eran castaños. Por su apariencia, parecía que no se había bañado en varias semanas, aunque la verdad, Emma y Peter no presentaban un mejor aspecto. – Tengo trece años. ¿Cuáles son sus nombres?-

   -Yo soy Peter y ella es Emma-.

   -Veo que están solos. ¿Ustedes también perdieron a sus padres en la guerra?-

   -Bueno, en realidad ése no es un tema del que nos guste mucho...- empezó Emma

   -Sí- la cortó Peter.

   -Pueden venir conmigo- lo dijo de un tono que hizo dudar a los chicos. –Deberían saber algo.-

Peter apartó a Emma un momento y le dijo:

   -Creo que si vamos con él estaremos más seguros.- su hermana asintió, dándole a entender que le parecía bien- ¿Qué quieres contarnos?-

Fred los llevó a un lugar muy apartado del que estaban antes.

   -Escuchen, no somos los únicos en esta situación, ahora, la mayoría de los chicos viven sin sus padres, pero creo que ellos no están muertos ni perdidos.- Emma abrió muy grande los ojos.- He visto a un par de militares cuidar la puerta de un edificio- señaló con el dedo una estructura a lo lejos, casi imposible de distinguir a causa de la niebla.-, mientras otro de ellos metía a un hombre por ella. Estoy seguro de que era el papá de mi amigo Francis, y apuesto a que ahí mismo están los otros.-iba a continuar hablando, cuando Emma lo interrumpió.

   -¡Es cierto!-gritó- recuerdo haber leído en un libro que el Dios de la guerra, es decir, Ares, interrogaba a los héroes sobre escondites secretos o cosas así. Peter, ése edificio es el que visitó la tía de mamá, nos mostró las fotos, es idéntico, y en el libro había una imagen del lugar que utilizaba Ares para encarcelarlos y creo que es el mismo. Según el libro, Ares jamás consiguió que le dijeran nada, creo que podría estar buscando venganza, y hacerlo con nuestros padres.-

   - También leí que los Dioses son inmortales, lo cual hace que los hombres y mujeres atrapados no pudieran matarlo y escapar.-hizo una pausa. En su rostro apareció una mueca de horror.-Ay no-

   -¿Qué?- preguntó preocupado Peter.

   -La razón por la que nunca consiguió la información es porque los torturaba hasta que enloquecieran. Si llega a hacerles eso a nuestros padres, no los recuperaremos nuca.- La poca esperanza que tenían ella y su hermano se desvaneció de inmediato.

   -Podríamos ir a buscarlos.-sugirió Fred.

   -No lo creo-respondió Emma-Según el libro Ares tenía todo tipo de trampas para todo el que no fuera ninguno de sus secuaces o sus esclavos-

   Peter dio un suspiro y luego se dirigió hacia la chica con tono cortante:

   -Está bien, iremos Fred y yo, tú quédate aquí y espera a que volvamos... si es que lo hacemos.-La joven tenía lágrimas en los ojos.

   -Emm... bueno... creo que me voy, ya saben, a prepararme.-interrumpió Fred.

   -Está bien-contestó Peter-.Ven a buscarme al callejón cuando estés listo.-

   -Está bien. Adiós Peter. Adiós Emma-saludó, y se fue rápidamente hacia otro lado.

Peter y Emma volvían al callejón. Emma seguía con lágrimas en los ojos.

   -Yo también iré-inquirió la chica.

   -No lo hagas si no quieres.-

   -Sí quiero.-Peter sonrió.

Siguieron caminando.

   -Creo que Fred estaba algo nervioso cuando se fue.-dijo Emma.

   -Si, tal vez sea porque quiere recuperar a sus padres.-propuso Peter.-

   -Como nosotros.-Emma asintió con la cabeza.

   Cuando llegaron al callejón se sentaron en el suelo y no se dirigieron la palabra hasta que apareció Fred.

   -Hola chicos-Fred traía una bolsa negra en la mano.

   -Hola-saludó Peter.

   -¿Qué tienes ahí Fred?-preguntó Emma con curiosidad.

   -Herramientas-respondió. Vació la bolsa y tiró al piso un montón de artefactos.-Se me ocurrió cuando dijiste que había trampas peligrosas; creí que podrían ser útiles.-

   -Qué gran idea.-

   -Fred, espero que por lo menos hayas usado una vez estas cosas.-le dijo Peter.

   -Bueno, la verdad es que jamás pude utilizarlas, eran de mi padre.-

   -¿Y cómo vamos a hacer para usarlas si no sabemos cómo?-

   -Eso no importa, será mejor que las lleve.-interrumpió Emma.

   -Está bien.-dijo Peter.-Vamos.-

Emma se levantó y se dirigió hacia Fred:

   -Le dije a Peter que yo también iría-

   -Excelente. Entonces seremos nosotros tres...-Fred estaba muy entusiasmado.-Bueno, ¡a salvar a nuestros padres!-

  Doblaron la esquina y se dirigieron hacia el edificio. Ahora que ya no había más neblina, se podía divisar bien. Era muy alto, todo gris, sin ventanas, y la única puerta visible era la que les había mostrado Fred.

  Cuando llegaron, Emma trató de abrirla pero estaba cerrada. Ella y Peter buscaron otro lugar por el cual entrar, pero no había nada.

   -Genial, acabamos de venir y ya tenemos que irnos. Bueno, ha sido un viaje hermoso.-Peter ya había dado la vuelta para irse, cuando Fred exclamó:

   -Un momento, creo que tengo algo que podría servirnos.-sacó de la bolsa un alambre puntiagudo. Le dobló un poco la punta y lo metió en la cerradura de la puerta.

   -Es un truco muy antiguo-les explicó Fred-, sólo lo metes, lo giras un poco y... ¡Listo!-en tan sólo unos segundos, había logrado abrir la pesada puerta.

   -¿Están listos?-preguntó Peter. Fred asintió con la cabeza, pero Emma estaba helada; Peter entendía por qué, sabía que a su hermana no le gustaban mucho ese tipo de lugares.-Emma cámbiale de lugar a Fred y agárrate de mi mano si quieres.-Fred y Emma se cambiaron y ella rápidamente lo agarró de la mano. Ahora estaban Fred a la derecha, Emma a la izquierda y Peter en el medio.

   -¿Estás lista?-le preguntó Peter.

   -Sí.-respondió Emma tímidamente.

   -Pues vamos-

   -Espera-dijo Fred. Sacó una linterna de la bolsa.-Ahora sí, vamos.-

  Se adentraron en el lugar, la única luz que los iluminaba era la linterna de Fred. De vez en cuando, Emma apretaba más fuerte la mano de Peter.

  Caminaron un rato, hasta que encontraron otra puerta, sólo que ésta vez no estaba cerrada. Entraron con un poco de dificultad porque era pequeña y tenían que ponerse de costado para poder pasar.

  Una vez que los tres entraron, cerraron la puerta y se fijaron en lo que tenían adelante. Era un tablero con tan sólo cinco botones rojos alineados y al lado había una nota. Emma la agarró y leyó en voz alta:

  “Acertijo de Ares, Dios de la guerra.
Éste acertijo debes adivinar, si tu querido cuerpo quieres salvar; algunas pistas te vamos a dar, pero un tonto como tú no tiene posibilidad. Uno de estos botones tienes que apretar, para que la puerta se abra y puedas continuar; pierde éste juego tocando otro botón, y las paredes se cerrarán.
Éstas son tus pistas:
·         2 + 3. El número del botón es el resultado de la suma, no aprietes ése para que tu vida no se consuma.
·         (98 x 9): __________ = 294. El divisor de ésta cuenta debes adivinar y el resultado será el número del botón que no debes tocar.
·         (1158: 2) x (99 x 3) = X. El número que te dé la X dividido por sí mismo, te dirá el número del botón que de seguro te enviará al abismo.
·         8 – 2 – 4 – x – 8 – 4 – 4 – 8 – 7 – 3 – 1 – 1 – 9 – 6 - : - =. Estos dígitos y símbolos en el orden correcto debes colocar, para saber luego qué botón no debes apretar y ganar.
Has terminado de leer ésta nota, comienza a usar tu cabeza que sólo tienes una hora.”

   Emma dejó la nota en donde estaba y les dijo a los chicos:

   -Creo que yo tengo que resolverlo.-al ver sus caras se apresuró a decir:-No estoy diciendo que ustedes no puedan hacerlo, claro, pero creo que he resuelto varios de estos en la computadora que teníamos en la sala de juegos y también tengo buenas notas en Matemática.-

   Emma se dio vuelta y empezó a resolver las cuentas. En sólo cuarenta minutos, había logrado los tres cálculos primeros, pero sólo le quedaban veinte minutos y se le estaba complicando el último. Peter y Fred trataron de ayudarla, pero lo entendían mucho menos que ella y la confundían más de lo que estaba, así que decidieron no intervenir.

   Sólo quedaban cuatro minutos y Emma no había hecho ni la mitad de la cuenta.

   -Emma-le dijo Peter-, no quiero molestarte pero sólo te quedan cuatro minutos.-

   -Si no quieres molestarme cállate Peter.-parecía molesta, nunca había perdido en su juego de la computadora ‘Acertijos para jugar, resolver y divertirse pensando’. Pero el tiempo pasaba y ahora sólo le quedaban dos minutos.

   -Emm... Emma, sólo te quedan dos minutos...-le advirtió Peter.

   -No puede ser ¿Dos minutos? Escuchen, voy a tener que apretar un botón al azar.-

   -¡No!-gritaron los dos. Emma era muy buena con los acertijos pero nunca le salían bien las cosas adivinando. Se dio vuelta, enojada, y siguió resolviendo. Fred calculaba el tiempo que les quedaba con la mente. Dos minutos... Un minuto... Treinta segundos... Al parecer Emma también estaba calculando el tiempo, porque en un momento exclamó:

   -¡Sólo nos quedan veinte segundos! Tendré que apretar el que me parezca...-

    De pronto exclamo:

   -¡El segundo! ¡El correcto es el segundo!-se dio vuelta rápidamente y en los cinco segundos que le quedaban apretó el botón. Se escuchó un estruendo horrible y una puerta que tenían al lado se abrió. Fred, Peter y Emma entraron felices, sin poder creer la suerte que tenían, pero su entusiasmo no duró mucho, después de ver su segunda prueba.

  Se quedaron completamente mudos, se imaginaban cualquier cosa, cualquiera, menos eso.

   -Fred-

   -¿Sí, Peter?-

   -¿Por casualidad no tienes en tu bolsa una espada que podamos usar para matar al dragón?-

   -No-

   -Okey, entonces estamos muertos.-

  El dragón se levantó, era verde, con escamas, y por alguna razón estaba muy enojado. Empezó a largar fuego con la nariz y los chicos se corrieron para que no los quemara.

   -¡Fred, dame algo filoso!- gritó Peter.

   -Ten.-le tiró un cuchillo. Peter rodeó al dragón y trató de clavárselo en el estómago, pero éste se agachó para aplastarlo y Peter tuvo que correrse.         
   Desgraciadamente, en ése mismo momento, el dragón se lanzó hacia Emma y la dejó encerrada en un rincón mientras le echaba fuego y gruñía.

   -¡Cuidado Emma!-le gritó Fred, pero Emma no tenía escapatoria.
  Más asustado que nunca, Peter rogó que Emma encontrara una salida rápido. Pero en ese mismo instante en que lo pensaba escuchó un fuerte grito de su hermana, por lo que el chico corrió, dio un gran salto y se colgó en la espalda del monstruo. Aprovechó que los brazos de la bestia eran demasiado cortos como para que lo atrapara, y le clavó el cuchillo en el cuello. El monstruo gimió y se desplomó justo en el lugar donde estaba Emma. Los gritos de la chica cesaron.

   -¡¡¡EMMA!!!-Peter se ponía cada vez más inquieto.-Fred ayúdame a correr al dragón-Fred fue y juntos lo hicieron rodar para otro lado. Emma estaba tirada en el piso, dolorida.

   -Emma, ¿estás bien?-No contestó.-Te ayudaré a levantarte.-con la ayuda de su hermano, Emma se paró.

   -Gracias Peter.-le dio un abrazo a su hermano, mientras le susurraba al oído:

   -Eres el mejor hermano del mundo.-

  En ese instante, una abertura se abrió en la pared, y los tres amigos pasaron por ella.

  Se encontraban en una sala oscura, tan sólo iluminada por algunos candelabros que colgaban de las paredes. Miraron a su alrededor y no tardaron en comprender lo que pasaba: Sus padres, vecinos y desconocidos estaban atrapados en unas celdas con barrotes de acero.

  Emma corrió hacia una de ellas, al divisar que allí se encontraba su madre.

  -¡Mamá!- gritó.

  Al llegar junto a ella, pasó la mano entre los barrotes y su madre la sujetó, feliz de ver a su hija. Pero a la vez estaba asustada, ya sabía lo que podría pasarles a esos tres niños si se quedaban allí.

  -Emma, Peter, deben irse. Váyanse, antes de que los encuentre.-

  -¿Antes de que nos encuentre quién?- preguntó Peter.

  -Sólo lárguense y estarán seguros-

  -Mamá, hemos venido aquí para salvarlos, no nos iremos- aseguró la chica, a quien ver a su madre encarcelada había hecho que tomara coraje para seguir.

  -Lo sé, han sido muy valientes, pero no es seguro que…- no pudo terminar la frase, ya que una figura se apareció en el centro del lugar.

  Los chicos retrocedieron cautelosamente, asustados por la aparición. Y la extraña figura habló, con una voz fuerte, estridente y temerosa:

  -Vaya, vaya. Aquí están nuestros héroes. Me conmueve tanto su valentía, que me dan ganas de llorar.- Su voz sonaba burlona y su risa, aún peor. Era una risa que te erizaba los cabellos de la nuca, te daba un escalofrío que te recorría por todo el cuerpo.

  -Pero qué maleducado que soy, no me he presentado. Mi nombre es Ares, el Dios de la guerra.-

  -¡Libera a todos!- ordenó Fred.

  -No lo creo, muchacho. Ellos me dan la información que deseo, no puedo privarme de eso-

   De repente, una pared se derrumbó y entraron en la sala tres dioses más: el dios del clima, el de las cosechas y el dios del mar.

   El más grande de todos, el dios del clima, se dirigió a Ares:

   -Lamento comunicarte Ares, que como dice tu nombre eres el dios de la guerra, por lo tanto, ya que la guerra ha terminado, debes retirarte y dejar que nosotros gobernemos en el mundo.-

   -No me iré sólo porque tú me lo digas- reprochó Ares.
  
   Pero por más de que él no tenía ninguna intensión de marcarse, un gran torbellino se lo llevó arrastrándolo hacia su único lugar: el Inframundo.

   Todas las personas comenzaron a festejar que el dios por fin se marchaba, pero los otros tres dioses los miraban enfadados: 

   -Ustedes han destrozado el mundo que habíamos creado- comenzó el dios del mar. –No pensábamos darles más oportunidad de reconstruirlo.-

   -Pero deben agradecer- siguió el dios de las cosechas. -, que estos tres niños que han venido a rescatarlos nos han demostrado que aún quedan algunos héroes en la Tierra.-

   -Por lo cual- finalizó el dios del clima.-, les daremos otra oportunidad. El dios del mar se encargará de que haya agua y peces suficientes para alimentarlos a todos. El dios de la cosecha se encargará de que todos los pastizales estén adecuados para cosechar. Y yo, dios del clima, moderaré las lluvias para que no se arruine el pasto con la sequía.-

   La gente empezó a aplaudir a los chicos, agradeciéndoles lo que habían hecho por ellos.

   Los dioses se ocuparon de sacar a todos y cada uno de las celdas y, a medida que iban saliendo, saludaban y estrechaban las manos de los chicos.
Fred, Emma y Peter se reencontraron con sus padres y en ese momento, en ese preciso instante en el que los dioses habían hecho su anuncio de darle a la humanidad una segunda oportunidad, admirados por la valentía de ellos tres, se habían convertido en los grandes héroes que salvaron el mundo.